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hijo del pueblo

Homenaje al fundador del SUTEP

Horacio Zeballos Gámez, hijo del pueblo

Escuelas, calles, plazas y poblados a nivel nacional llevan su nombre

Por: Porfirio Alvarado Santillán, maestro jubilado en el servicio educativo estatal, pero activo en la lucha contra la injusticia social.


Horacio escribió su poemario «Alegrías de la prisión» en la colonia penal de El Sepa.

Horacio Zeballos Gámez nació el 20 de marzo de 1942, en Carumas, distrito de la provincia de Mariscal Nieto, región Moquegua. Fue el tercero de ocho hijos de don Cerelino Zeballos Medina, morador humilde y solidario y doña Sabina Gámez Melgarejo, madre ejemplar, quien, a lo largo de toda su existencia, se identificó con los sueños y la lucha que su hijo asumió desde muy corta edad.

Sus estudios primarios los realizó en la escuelita fiscal Nº 937 de su pueblo natal. Ahí empezó a mostrar su espíritu alegre y juguetón, pero, además, adquirió un bagaje de conocimientos, conoció y practicó valores, que fueron como piedras angulares que modelaron su personalidad. Su vida transcurrió entre las actividades del hogar y de la escuela.

Horacio, si bien no fue un niño excepcional, sí estuvo en la capacidad de valorar el esfuerzo que ponían sus padres para educar a sus hijos. Para ellos, la educación era un medio de acceso hacia las mejoras de sus condiciones de vida; pero, además, en su caso, se percibía el afecto que les despertaba la gente sencilla del pueblo. Él siempre decía: “En Carumas nacimos y crecimos. éramos una familia muy unida. Papá era un hombre, recto y muy serio. Mamá, en cambio, era tierna y amorosa. Era una mujer aparentemente frágil, pero de mucho coraje y valentía. Mis padres pensaban que sus hijos tendríamos mejores posibilidades en la vida, si es que estudiábamos. Es por ello que tuve que conjugar estudió y trabajo. Fui porta mensajero y operario en la Estación Radiotelegráfica. Como mucha gente del pueblo no sabía leer ni escribir, al portar el mensaje me decían “Horacito, léenos qué dice el telegrama…” y les leía. Desde muy niño empecé a tener contacto con la gente y, creo, que de esa época proviene mi identificación con la gente humilde, que eran la mayoría, despertando en mí un espíritu de lucha por una patria más justa y solidaria”.

Horacio Zeballos inició su labor docente en Arequipa.

Terminada la primaria, Horacio tuvo que dejar Carumas, su tierra natal. Su padre lo matriculó en la Gran Unidad Escolar Simón Bolívar de Moquegua donde realizó sus estudios secundarios. Empezó entonces su vida de joven comprometido con las buenas causas. Cuando retornaba al pueblo saludaba a todos. Se detenía a conversar con las personas mayores. A cada uno le daba la mano. Esa cualidad la mantuvo a lo largo de toda su vida.

Su vida no fue la de un simple estudiante que lo tiene todo y que se asoma a conocer la realidad desde los libros. Él no solo tuvo información de lo que era la explotación y el sufrimiento de los trabajadores, sino que él mismo padeció la explotación.

Luego de culminar sus estudios secundarios, en 1961 Horacio llegó a Arequipa. Era uno más dentro del proceso de los miles de peruanos que se desplazaban como expresión del oleaje migratorio intenso, que se daba en todo el país, además, explicable por el afán de progreso de las familias rurales, que migraban desde la región andina a la región costeña.

Horacio ingresó a la Escuela Normal La Salle, formadora de maestros. Tuvo entonces la oportunidad de estudiar y conocer de manera sistemática la realidad nacional; pero, además, encontró un ambiente propicio para cultivar sus inquietudes intelectuales y poéticas. Se vinculó con la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, ANEA – filial de Arequipa-, que por entonces era una entidad representativa de la literatura y la cultura de la región, logrando su incorporación.

En 1962, Horacio sorprende a la comunidad estudiantil de Arequipa: con la publicación “El eco de mi voz”, dedicado a su alma mater. Su temática es: la madre, la tierra natal, Moquegua la amada y la ciudad que lo está formando. Es un primer trabajo donde asoman sus primeras inquietudes literarias, aunque sin lograr el dominio pleno del lenguaje poético. De todos modos, ya se ve en él un interés por hacer poesía.

En 1963, ya identificado con los problemas del magisterio y del país, publicó un libro más: Pluma Esclava. Esta segunda entrega tiene un verso más cuajado, mejor elaborado, y expresa ya una visión fraterna del poeta con sus hermanos que padecen frustraciones y están impedidos de realizarse. Es un conjunto de creaciones, que conservarán el tono de la rebeldía y de la protesta, aunque no alcanzan aún la intensidad lírica y la belleza que logrará en su poesía posterior.

A finales de ese año, 35 normalistas de la Promoción Juan XXIII recibieron sus títulos de maestros. Horacio, como la mayoría de sus compañeros, puso en el centro de sus inquietudes la idea de ejercer un magisterio al servicio de los más necesitados.

En 1964 Horacio ingresó al magisterio. Desde 1950 la educación pública había crecido en cobertura. En las zonas rurales se abrían escuelas, muchas de ellas empezaban a funcionar en las condiciones más adversas. La Escuela Primaria Mixta Nº 9678 de Pitay, distrito de Santa Isabel de Siguas, fue su primer centro de labores. Pitay era atrasado y pobre. En ese lugar, el maestro Horacio, se trazó como objetivo, mejorar su escuela y puso su empreño para dar a los alumnos un buen ambiente escolar. Movilizó entonces a toda la comunidad del distrito, sensibilizándolos para tener una escuela amplia, limpia y bien presentable. Con la aceptación y participación de los padres de familia la comunidad logró la añorada escuela rural.

En sus prédicas constantes frente a los maestros Horacio nos decía: “Si el maestro quiere en verdad cumplir su rol de líder social tiene que integrarse a la comunidad, convivir con ella, compartir sus problemas, saber ser promotor de las gestiones y del desarrollo de la comunidad. Hoy lamentablemente esa cualidad del maestro se ha debilitado y en muchos casos se ha perdido. Los profesores suelen regatear su tiempo, cortar su jornada de trabajo y encontrar pretextos para eludir sus responsabilidades”.

La didáctica y la metodología que imprimió Horacio en sus clases fueron dinámicas, participativas y colaborativas. Lo que mejor asimiló de la escuela nueva, siguiendo el ejemplo del maestro José Antonio Encinas, fue hacer que sus alumnos aprendieran con el mayor de los entusiasmos, su práctica pedagógica consistía en hacer de la escuela una comunidad de enseñanza- aprendizaje alegre y entusiasta.

El pensamiento y la práctica de Horacio se nutrieron de las obras de maestros paradigmas de América Latina, entre ellos José Ingenieros, Josualdo Sosa, Aníbal Ponce, José Antonio Encinas, José Carlos Mariátegui, Paulo Freyre, entre otros.

Horacio el gran líder magisterial comenzó su vida gremial en el Sindicato de Maestros Primarios de Arequipa, formando con otros maestros el “Movimiento Independiente de Unificación Magisterial”, ganando las elecciones al sindicalismo amarillo; en el período 1969-1971 impulsó la “V Convención Provincial de Maestros Primarios de Arequipa en la que lo eligen su presidente y acuerdan la creación de la primera Universidad Magisterial para el Pueblo”.

En este tiempo el sindicalismo estuvo atomizado. Existían varios gremios magisteriales a nivel nacional: Sindicato Nacional de Profesores de Educación Primaria, Secundaria, de Educación Técnica y Educación Física, todos agrupados en la Federación Nacional de Educadores del Perú, FENEP.

En este contexto, específicamente en el año de 1970, una nueva obra suya aparece. La Tituló “Los Esclavos de Corbata”. Esta vez hace un análisis de la realidad socio-económica del maestro peruano y de la situación política del país, tanto desde una visión de coyuntura como desde un enfoque histórico. Los maestros empezaban a conocerlo a Horacio y más en la región Arequipa. En breve tiempo había publicado ya tres títulos. Esto no era común en el magisterio, se asumía, dentro de un proceso inevitable, la tendencia que levantaba como alternativa era La unidad magisterial de clase.

Como primer Secretario General del SUTEP, Horacio asumió la tarea de organizar el sindicato.

Esta tendencia quedó consagrada en 1972, en el Congreso Nacional de Unificación realizado en el Cusco donde nació el SUTEP, triunfando así el sindicalismo clasista. El Congreso del Cusco tuvo el gran mérito de sellar la unidad del magisterio nacional. Tuvo el nacimiento del SUTEP. Horacio fue elegido como su primer secretario general. Tras su elección junto a su Comité Ejecutivo Nacional, fortalecieron la organización sindical, aseguraron su crecimiento y dieron los primeros pasos para su consolidación. Se afianzó así el sindicalismo clasista, sobre el sindicalismo amarillo y pro patronal.

En este proceso de formación y consolidación del SUTEP, Horacio sufrió persecuciones y prisiones, tras el paro de 1973, en octubre de ese año fue enviado a la Colonia de Él Sepa (selva) junto a 91 maestros de distintos lugares del país. Estuvo preso 8 meses aproximadamente, liberado el 13 de junio de 1974, después de grandes jornadas de lucha del magisterio y pueblo peruano. Al salir de la cárcel declaró “La libertad que hoy me otorgan es la libertad para seguir luchando”.

La década del 70 fueron años de intensa lucha con movilizaciones y persecuciones de los regímenes de Velasco y Morales Bermúdez. Las históricas y heroicas huelgas del magisterio de 1978 y 1979 movilizaron a los maestros en todo el país. Horacio dirigió las huelgas desde la clandestinidad, desde la cárcel o el hospital, a donde era trasladado por sus precarias condiciones de salud. Huelgas reivindicativas y antidictatoriales que recibió el apoyo gremial y popular.

Horacio fue un auténtico revolucionario; no se quedó sólo como dirigente gremial. Fue militante del Partido Comunista del Perú-Patria Roja. Fue candidato a la Presidencia de la República por la Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), en las elecciones de 1980, en las que fue elegido como diputado por Arequipa, cuya función lamentablemente culminó con su muerte el 7 de marzo de 1984, a sus 42 años de edad, apagándose así la esperanza de un pueblo que aspiraba una patria digna, libre, solidaria y auténticamente democrática. Sin lugar a equivocarnos no habiéndose producido esta temprana desaparición física de Horacio, nuestra patria el Perú estaría en nuevas y mejores condiciones.

Había pues en Horacio la fibra de un combatiente, pero vivía también en él un poeta auténtico. Su gran sensibilidad social la plasmó en la poesía. En este homenaje a Horacio Zeballos Gámez celebrando el 34 aniversario de su partida, de su poemario “Alegrías de la Prisión”. Diremos algunos versos Del POEMA “Canto al Maestro”.

Maestro

En tu libro de lucha

He aprendido que no traicionar

Es un mandamiento.

La lucha es una escuela

Y la victoria la hija mayor del sacrificio

Y el SUTEP combativo

¡es el camino!

Que no tiene destrucción.

Versos que explican el perfil de un luchador inteligente, consecuente y combativo, de un SUTEP con principios, fines y objetivos a favor del magisterio y del pueblo y, más que todo, indestructible. Ni el SERP velasquista, ni los Comandos acciopopulistas, tampoco el ANTAE, los FENATEP castillistas y ninguno de los gobiernos de turno, no pudieron ni podrán destruir al GLORIOSO SUTEP.

El magisterio mantiene vivo su ejemplo de lucha.

Para completar la historia viviente del gran líder Horacio, no puedo dejar de mencionar con igual importancia su ejemplar vida de hogar. Fue casada con Amada Patrón Valdivia, producto de su matrimonio tuvo cinco hijos: Horacio, Luz Marina, Fernando, Inés y Mónica Sutita (en honor al SUTEP). Tenía un trato amable y cariñoso; sus hijos eran las “niñas de sus ojos”. A pesar de sus grandes responsabilidades comprometidas con los maestros y el pueblo y en el poco tiempo que le quedaba lo dedicó a su familia, a la que amaba de todo corazón.

En la actualidad, el SUTEP, el pueblo y muchas instituciones lo recuerdan, lo reconocen y rinden homenaje a este gran líder, es por ello que muchas escuelas, poblados, calles, plazas a nivel nacional llevan su nombre, también Derrama Magisterial ha instituido el concurso nacional “Horacio”, que se realiza todos los años en las que participan miles de maestros con sus trabajos en las diferentes áreas: poesía, narración, investigación pedagógica, ensayo, pintura, entre otras.

En consecuencia, para Horacio, el SUTEP, fue uno de sus mejores logros; concibió a éste como un medio que debía servir al docente en la lucha y la gestión por su dignificación y como espacio para articular propuestas orientadas al mejoramiento de la educación pública.

Pensamiento y acción fueron dos características de su personalidad integral, que lo convierten en el líder indiscutible de todos los maestros del país; que no lo ven lejano sino como parte de su proyecto de vida, de sus esfuerzos, de sus expectativas. Horacio fue un líder surgido desde el magisterio. Fue la expresión visible y viable de un liderazgo histórico, que pronto los docentes reconocieron, aceptaron y se identificaron; lo que le permitió convertir al magisterio en un sujeto colectivo protagónico.

Desde su condición de joven maestro de primaria, hasta la etapa de dirigente sindical, político y, finalmente, como parlamentario de la República, demostró lealtad y consecuencia con la causa que hizo suya y en el proceso de su vida como maestro de aula, dirigente y líder.

Tanto en la escuela rural, donde empezó su carrera de maestro, como en el ámbito sindical, su liderazgo magisterial, social y político fue un innovador nato, fortalecida por la concepción y la práctica de identificar en las masas a los sujetos sociales del cambio.

Diseñó una propuesta educativa que se basó en la defensa de la escuela pública y en el reconocimiento que la educación peruana debe reflejar y fortalecer nuestra diversidad cultural y étnica del país.

Su sensibilidad poética le permitió crear una obra que debe estar incluida en los planes lectores, pues, ayudan a los maestros y docentes a sensibilizarse y fortalecer su identidad de docentes en el primer caso, y de peruanos en el primero y segundo casos.

¡GLORIA ETERNA MAESTRO HORACIO ZEBALLOS GAMEZ!

¡CUANDO UN REVOLUCIONARIO MUERE, NUNCA MUERE!

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