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El papel y responsabilidad de los maestros en tiempos de COVID

La icónica fotografía que refleja las carencias que han enfrentado miles de estudiantes para educarse durante la pandemia.

El 15 de marzo del 2020 se emitió el Decreto Supremo Nº 044-2020-PCM, que declaró el estado de emergencia y dispuso el aislamiento social. Además, establecía la suspensión del servicio de las clases presenciales. Ello generó que el servicio de educación sufriera un cambio trascendente, pues su prestación se dio de manera remota.

A la fecha, han transcurrido cerca de 2 años desde la suspensión de la presencialidad con las innegables afectaciones en aprendizaje, emocionalidad y relaciones sociales. Hoy existe ya una decisión gubernamental de retorno a las aulas.

Siendo así, resulta necesario realizar algunas reflexiones sobre el rol importante, sacrificado y profesional asumido por los maestros, maestras y auxiliares de educación en estos 2 años de educación, mayormente remota, que interesadamente algunos medios de comunicación y periodistas niegan o minimizan.

La edad de maestras y maestros

La edad promedio de los maestros y maestras en el Perú es de 46 años.

Teniendo en cuenta que la edad promedio de los maestros, maestras y auxiliares es de 46 años y la mayor cantidad está en el intervalo de 45 a 64 años, resulta prudente y objetivo afirmar que la mayoría de los maestros no pertenecemos a la generación digital.

A pesar de ello, y tomando con mucha responsabilidad la nueva forma de relación con nuestros alumnos, los maestros el 2020 – que se implementó la estrategia “Aprendo en casa” – nos internamos por obligación, luego con intensidad y responsabilidad, en el manejo de herramientas digitales necesarias, pues la idea era utilizar los medios digitales de la mejor forma posible.

Es así que todo curso de actualización y capacitación organizado por diferentes entidades (el Ministerio de Educación, por el SUTEP y por la Derrama Magisterial), generó participación masiva del magisterio.

En el SUTEP capacitamos en TIC a más de 30 mil docentes de manera gratuita, con certificación por 200 horas.

Sin perjuicio de ello, hubo dos formas también utilizadas: la primera, donde nuestros hijos, sobrinos, hermanos menores, amigos (incluso y a veces a regañadientes) nos enseñaron; y, la segunda, donde aprendimos autodidácticamente; es decir, el maestro investigó y usó de forma intensa Internet a efectos de lograr sus objetivos de aprendizaje. Para ello utilizaba mayormente las noches o madrugadas, dado que a esas horas la máquina del hogar estaba libre.

Dispositivos electrónicos

Los maestras y maestras tuvieron que desarrollar la creatividad para el uso de las herramientas tecnológicas.

Al iniciarse la modalidad de dictado remoto, mayormente se utilizó la aplicación WhatsApp. Por ello, la preocupación de las autoridades se centró, sabiamente, en que los alumnos contaran con un aparato electrónico donde pudieran recibir las clases; por lo que se propuso la compra de tablets.

No obstante, se olvidaron de los maestros y auxiliares, ya que para la mayoría con 2,200 soles de sueldo promedio era complicado tener un celular moderno y así dictar las clases eficientemente. A pesar del olvido del Estado, hicimos todos los ajustes económicos necesarios en nuestro gasto diario a fin de poder comprarnos un aparato electrónico idóneo, nuevo o usado, y así poder cumplir con nuestro trabajo profesional.

Trabajo por vocación

Clase Modelo de la maestra sutepista Margarita Castro. Fue la primera de su tipo, mucho antes que cualquier especialista de UGEL del país.

Ser maestro, maestra o auxiliar es nuestra profesión por vocación. Tenemos familia compuesta por hijos, padres, nietos y demás a quienes cuidar y enfrentamos problemas y dificultades propias de la precariedad económica en que se sume al magisterio.

Como padres, debíamos asumir la nueva forma de educación de nuestros hijos, ya sea en colegios, institutos, universidades, entre otros; es decir, proporcionarles celulares, computadoras o laptops, según sea el caso.

No obstante, la mayoría no lo pudimos hacer; por lo que, el celular y/o computador, se tuvo que compartir entre todos, para lo cual formulamos obligatoriamente el horario correspondiente. Como ejemplo de lo anterior, una maestra en la mañana utilizaba el aparato electrónico para su clase, en la tarde lo utilizaba su pequeña hija de secundaria para atender clases, y en la noche su hijo universitario; parte de la noche y la madrugada eran compartidas, para sus actividades de refuerzo. Con el pasar de los meses, se veía necesario pasar de la red WhatsApp al dictado de las clases vía las aplicaciones Meet, Team, Clasroom, entre otras que habilitará la opción de videos; pero para esto era necesario tener una computadora o una laptop.

La mayoría de los maestros y auxiliares no teníamos dicha herramientas ya que en clases presenciales casi siempre utilizábamos las del colegio; no obstante, y siendo necesario tener una para el dictado de clases, lo conseguimos, comprando una nueva al crédito, o comprando una de segundo uso. Muchos maestros no lo pudieron hacer y tuvieron que usar, al principio clandestinamente y poniendo en riesgo su salud, los centros de servicio de internet del barrio, asumiendo el costo correspondiente en plena pandemia.

Mayores costos

La educación virtual ha representado mayores costos para la economía de los maestros y maestras.

Algunos medios de comunicación, maliciosamente, siempre deslizaron la idea que nos ahorramos los pasajes, sin tomar en cuenta los sacrificios y nuevos gastos que los maestros y auxiliares tuvimos que asumir: nuestra casa convertida en aula, jornada laboral superada ampliamente, uso de nuestro dinero para comunicarnos con padres, alumnos y autoridades.

No es falso cuando afirmamos que nuestra jornada era: 5 horas delante del equipo solo para el dictado de la clase; a eso le debe sumar unas 4 horas más al día usadas para preparar la clase, para las reuniones colegiadas, entre otras labores administrativas, especialmente para revisar las evidencias enviadas por los alumnos, una por una y hacer la retroalimentación correspondiente.

No es exagerado afirmar que nuestra labor se marcó con nueve 9 horas diarias delante de la máquina, lo cual tiene su costo reflejado en el servicio de luz e internet. Esas ocho 8 horas excedentes de uso de energía significa, según ONIMERGIN, s/80.00 mensuales aproximadamente.

Más todavía, si sumamos la conexión obligatoria a Internet, que es un promedio de s/100.00, pues si te acogías al plan de s/ 70.00 el resultado era quedarte congelado en medio de la clase. Lo innegable ha sido de que en virtualidad se ha producido una afectación económica que solo el docente y auxiliar ha asumido y no precisamente el Estado. Cabe precisar que las pocas veces que el Ministerio de Educación otorgó datos móviles generalmente era para los prepagos.

Vencer la adversidad

El trabajo docente ha representado considerables sacrificios, en los últimos dos años.

Con respecto a los logros obtenidos con este método de enseñanza, fuimos los primeros en alertar que este modo era marginador, ya que dejaba afuera del sistema a los alumnos que no podían contar con sus equipos. En nuestro trabajo siempre lidiamos con esta situación y se hizo todo lo que estuvo a nuestro alcance para que la mayoría se integrara y con los que se pudo, se logró importantes avances.

Sin embargo, siempre quedó en nosotros esa sensación de impotencia de no poder ayudar más. Los opinólogos que nunca han estado al frente de un salón de clases, en su afán de buscar culpables, hacen comparaciones con momentos diferentes. Por ejemplo, el nivel de comprensión lectora no podía ser el misma que con la etapa de presencialidad, siendo el problema principal, lo económico, lo social y lo emocional, que se agudizó con la forma de enseñanza remota.

Sin mejores remuneraciones

El Estado no cumplió con el incremento de los sueldos para el magisterio.

Algo que es importante tocar es el aumento de sueldos que no hubo del año 2021. Era un secreto a voces que las autoridades educativas hicieron todo para contrarrestar el justo reclamo del SUTEP referente al aumento de los maestros y maestras para lograr el 85 % de la UIT para la Primera Escala Magisterial.

Lo cierto es que en la formulación del presupuesto del año 2021 no se incluyó el aumento al magisterio, tomando como válido que era un año difícil y se priorizaría otros rubros. El SUTEP y los maestros y auxiliares comprendimos la situación, una vez más, en la historia, nuestro sacrificio era manifiesto.

Ese factible y necesario aumento representaba aproximadamente s/ 512 millones. Pues bien, con ese dinero los gobiernos de Vizcarra, Sagasti o de Castillo pudieron, en el 2021, lo siguiente:

  • Haber contratado por un año a 10,666 personal de salud (Médicos o Enfermeras con un sueldo de s/ 6,000 mensuales.
  • Se pudo haber instalado 256 plantas de oxígeno (2 millones de soles cada planta, considerando el valor del equipo y costo de la construcción de la planta) con una capacidad de producción de 40 de oxígeno por día. Esta cantidad de plantas de oxígeno, alcanzaba, para poner una planta en cada una de las 193 provincias que tiene el Perú y todavía sobraba para poner una planta en cada uno de los 43 distritos de Lima Metropolitana.
  • Se pudo haber instalado dos mil 976 camas UCI (A un costo de 43,000 dólares cada cama, cabe mencionar que consta de lo siguiente: 1 monitor de funciones vitales 8,000 dólares, la cama UCI propiamente dicha 5,000 dólares, 1 ventilador mecánico 30,000 dólares)
  • Se pudo haber entregado dos millones 560 mil canastas de víveres, con un valor de s/ 200.00 por cada canasta.
  • Se pudo entregar a 673 mil 684 personas un BONO UNIVERSAL de s/ 760.

Todo esto se pudo garantizar con los s/ 512 millones que le correspondía al magisterio peruano como aumento el 2021. Decimos que ello fue nuestra contribución para cubrir las necesidades del COVID. No es un reproche, pero lo dicho merece reflexión.

Mártires de la educación

El Estado aún no informa cuántos trabajadores de la educación han fallecido en lo que va de la pandemia.

Una obligación que tiene el MINEDU es la de dar a conocer la cantidad de maestros fallecidos durante la pandemia. El SUTEP señalaba el 6 de julio del 2020, “Día del Maestro”, que alrededor de 400 maestros y auxiliares habían fallecido en los primeros cuatro meses de esta enfermedad.

En algunos casos contagiados por ir a colaborar con la entrega de Qali Warma, que había dificultades y retrasos insensibles en la entrega de la bonificación por luto y sepelio que le correspondía a sus familiares conforme la ley lo establece. Es innegable que a la fecha son más de 200 mil las personas que han fallecido por covid en nuestro país. Esto representa el 0,625 % del total de los 32 millones de peruanos. Podemos afirmar que a la fecha son más de dos mil 187 los maestros y auxiliares de educación fallecidos por el COVID.

Es necesaria una pregunta: ¿Qué maestro, maestra o auxiliar no ha perdido un familiar, un vecino, un compañero de trabajo o de estudios por esta maldita enfermedad?  Decimos ante lo evidente y lamentable: ¡Cuando un maestro muere, nunca muere! ¡Cuando un auxiliar muere, nunca muere! ¡Cuando un sutepista muere, nunca muere! ¡Honor a su memoria!

Resulta certera una conclusión: la organización es una necesidad, la unidad es fundamental, centralizar nuestras fuerzas una obligación. El SUTEP debe seguir conduciendo al magisterio, debe seguir luchando por la reivindicación de los derechos de los maestros, maestras y auxiliares en el Perú.

Estas reflexiones deben servir para que no se siga manoseando o ninguneando nuestro papel durante la pandemia. Siempre estemos con la frente en alto, orgullosos de los logros de nuestros estudiantes en estos tiempos de innegables dificultades y estemos siempre prestos al sacrificio por nuestro pueblo.

Nunca hemos temblado ante el poder, nunca nos acomplejo el tener o no tener dinero, pero sí tenemos seguridad que millones de personas sí recuerdan siempre a sus maestros. 

¡Viva el magisterio peruano!

¡Viva el SUTEP!

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